EL VALOR DE «MI»

7 de marzo de 2024

«Jehová es mi pastor; nada me faltará. 2 En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. 3 Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. 4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.» Salmo 23:1-4

El Salmo 23 es quizás el texto más familiar en toda la Biblia.

De hecho, es tan familiar que incluso aquellos que no se considerarían cristianos suelen poder recitarlo, al menos los primeros versículos. Todo el mundo, al parecer, encuentra consuelo en estas palabras. Ha sido citado y leído en tiempos de dificultad por individuos, familias, iglesias e incluso naciones enteras.

Pero con la popularidad viene el peligro de malentendidos.

Específicamente, el malentendido de que el Salmo 23 es una buena noticia para todos.

No lo es.

Ahora, antes de seguir adelante, por favor, no malinterpretes lo que estoy diciendo.

Dios es un Creador compasivo. La lluvia cae, los cultivos crecen y la tierra gira sobre su eje. Las estaciones cambian, nacen bebés, la comida sabe bien y todos, ya sea cristianos o no, pueden tener un grado de felicidad en sus vidas. Estos actos de benevolencia son a lo que los teólogos se refieren como gracia común, es decir, la gracia de Dios que es aplicable a todos, independientemente de dónde y en quién hayan depositado su fe.

Pero el Salmo 23 no es un salmo de gracia común.

De hecho, la buena noticia del Salmo 23 realmente se basa en una. Sola. Palabra.

MI.

Lea las primeras cinco palabras del versículo 1 del texto de hoy.

David, un pastor por derecho propio, no dijo que Dios es «un» pastor; ni dijo que Dios es «el» pastor. Dijo que el Señor es MI pastor.

Algunas personas pueden querer que Dios sea su pastor; incluso podrían pensar que el Señor ES su pastor, pero no sucede solo con desearlo o pensar que es cierto. Otros podrían estar cerca de personas que están seguras de que Dios es su pastor, pero tampoco sucede por ósmosis.

Este privilegio solo llega cuando entramos en la familia de Dios mediante la fe en Jesucristo.

Estoy agradecido de poder decir que el Señor es realmente MI pastor.

¿Puedes hacer la misma afirmación?