“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”.
1 Juan 4:10
Amo a mis hijos. Amo a mi mujer. Pero también me encantan los perritos calientes y un buen filete. Me encanta ir al cine y leer ficción cuando llueve. Cuando te paras a pensarlo, es bastante asombroso el número de contextos y veces que utilizamos la palabra «amor».
¿Es posible que estemos confundiendo amor con algunas cosas que en realidad no lo son?
He aquí tres ejemplos:
- El entretenimiento.
Tenemos la costumbre de decir que «nos encantan» las cosas que nos entretienen. Cosas que nos hacen reír, o llorar, o simplemente captan nuestra atención durante un rato. En otras palabras, «amamos» lo que nos inspira un sentimiento.
Eso no es del todo malo, porque amar implica un afecto genuino. Pero una gran parte del amor no se basa en sentimientos temporales, sino en decisiones tomadas una y otra vez buscando el bien de otra persona por encima del propio bien. Si nuestro amor se basa sólo en el sentimiento que nos produce una persona o cosa, entonces ese amor en realidad es sólo un sentimentalismo ñoño.
- Utilidad.
También podemos confundir el amor con la utilidad. Es decir, «amamos» aquello que nos sirve o satisface alguna necesidad en nosotros. «Amamos» a una persona que nos hace sentir bien, o «amamos» a una persona que nos proporciona placer físico, o «amamos» a una persona que eleva nuestra propia reputación porque estamos cerca de ella. Hay amor representado aquí, pero al final, es realmente amor a nosotros mismos.
Cuando confundimos amor con utilidad, asignamos valor a otros portadores de la imagen de Dios basándonos en lo que pueden aportarnos. Queremos personas a nuestro alrededor que aumenten nuestro placer, nuestro poder, nuestro dinero o cualquier otra cosa. La cuestión central de esta visión equivocada del «amor» es la siguiente: ¿Qué puedo conseguir relacionándome con esta persona? Y así cosificamos a los demás, todo en aras de nuestro propio beneficio personal.
- Afirmación.
Por último, puede que estemos confundiendo el amor con la afirmación. Pensamos que amar a alguien significa estar siempre de acuerdo con él. Así que amamos a las personas que siempre afirman todas nuestras elecciones vitales, y nos ponemos en el tipo de relaciones en las que nunca nos enfrentamos o estamos en desacuerdo con otra persona.
El amor no es lo mismo que la afirmación. El amor vive en la esfera de la verdad, porque cuando amamos a alguien nos comprometemos a buscar su bien, aunque eso signifique decirle cosas difíciles. Esto es lo que Dios hace por nosotros: nos dice la verdad sobre nosotros mismos, incluso cuando no queremos o no podemos verla por nosotros mismos.
El amor -o al menos la palabra- está a nuestro alrededor. Pero en muchos casos, tanto en nosotros como en el resto del mundo, es simplemente afirmación, entretenimiento o utilidad disfrazada de amor verdadero. Si queremos la verdad sobre el amor, la única opción para nosotros es volver a la Fuente:
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:11).
¿Qué es el amor para ti?
¿Conoces la Fuente del amor?