Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Lucas 10:42
Se acerca un día en el que caeremos de rodillas y «pondremos nuestras coronas a los pies de Jesús» (Apocalipsis 4:10-11).
Será un día glorioso, un día más allá de la comprensión y de nuestra imaginación más salvaje.
Pero no debemos esperar hasta entonces para postrarnos ante Él.
No, inclinarnos a los pies de Jesús es algo que debemos hacer con regularidad.
Un ejemplo… María (como en «María y Marta»).
Cada vez que leemos sobre María en los Evangelios, ella está a los pies de Jesús. En todo tipo de situaciones, vivió a los pies de Jesús. Tú y yo haríamos bien en seguir su ejemplo.
Veamos tres escenas rápidas de su vida:
En contemplación: «María, que estaba sentada a los pies del Señor escuchando lo que Él decía» (Lucas 10:39).
Mientras su hermana Marta correteaba por la casa, María se empapaba de cada sílaba de Jesús. Nada podría haberle impedido escuchar Su sabiduría enriquecedora para el alma en aquel momento.
Y como María, podemos aprender cosas a los pies de Jesús que no podemos aprender en ningún otro lugar. Sentarse a los pies del Señor demuestra humildad, capacidad de enseñar y voluntad de ajustar nuestros caminos a los Suyos. Necesitamos dedicar regularmente tiempo a pensar profundamente en Su Palabra y permitir que penetre en cada faceta de nuestras vidas. Hacer esto requiere compromiso, pero los beneficios a largo plazo superan con creces el coste.
En crisis: «María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.» (Juan 11:32).
Desconsolada por la muerte de Lázaro, María se derrumbó a los pies de Jesús. No podía entender por qué Él había permitido que su hermano muriera, ni podía conciliar por qué Jesús estaba ausente cuando ella más lo necesitaba.
¿Te ha pasado alguna vez?
Cuando experimentamos una crisis, el mejor lugar para procesar el dolor desgarrador y la pena devastadora es a los pies de Jesús. Allí, podemos derramar nuestros corazones a Él y descubrir que Él es lo suficientemente grande como para manejar nuestras emociones crudas y honestas. Jesús no nos abandonará. Y, como María, llegaremos a comprender que la crisis no es el final de la historia.
En la celebración: «Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.» (Juan 12:3).
Pocos días después de que Jesús llamara a Lázaro para que saliera de la tumba, María ungió los pies de Jesús con un perfume de valor incalculable. Fue un acto de adoración extraordinario, que demostraba cuánto amaba a Jesús.
He aquí la pregunta: ¿Seguiremos adorando a los pies de Jesús cuando nuestra crisis haya pasado? Incluso en tiempos de celebración… cuando todo va como queremos, ¿nos humillaremos y declararemos que Jesús mismo es más valioso para nosotros que sus bendiciones?
No estoy seguro de lo que está pasando en tu mundo hoy. Tal vez estás en una temporada de celebración. Tal vez estés atravesando una crisis. O, lo más probable, es que te encuentres en algún punto intermedio.
Oro para que, sean cuales sean tus circunstancias, intentes ser como María.
Aprovecha este momento para postrarte a los pies de Jesús.
¿A qué esperas?