Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. 20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.
Juan 20:19-20
La plataforma de lanzamiento de la misión de Jesús para su Iglesia salió de una habitación cerrada donde los discípulos de Jesús se escondieron con miedo.
Necesitamos ver esto porque un breve estudio de nuestra cultura y de nuestro mundo nos da la bienvenida con muchas razones para el miedo. Aunque el miedo puede ser una respuesta legítima a diversas circunstancias que podemos encontrar, Jesús nos llama a más.
Los discípulos se escondían porque los judíos religiosos acababan de celebrar que Jesús fuera colgado en una cruz. Los discípulos sabían que, debido a su asociación con Jesús, había buenas razones para creer que esa turba enfurecida vendría a por ellos.
¿No vemos esto en nuestra cultura? Cualquier grupo amenazado por el mensaje y la autoridad de Jesús hace que muchos en la iglesia se escondan con miedo. Pero algo sucede en medio del miedo legítimo de los discípulos que les invita a una realidad mayor que sus razones para esconderse en el miedo.
Me encanta lo que hace Jesús: simplemente se aparece delante de ellos. No llama a la puerta, simplemente aparece. Su presencia entre los temerosos discípulos cambió por completo la habitación. ¿Quién no se alegraría de ver al Señor resucitado?
¿Por qué sucedió esto?
Al mostrar a los discípulos Sus heridas, les enseñó que lo único que debían temer ya había sido derrotado mediante Su muerte en la cruz y el poder de Su resurrección.
Demasiado a menudo nuestro miedo se centra en el aquí y ahora sin pensar en la eternidad. Jesús dice que lo único que debemos temer es la separación de Dios por la eternidad. Todos estaremos delante de Dios para dar cuenta de nuestras vidas. Este es un pensamiento aterrador a menos que tengas un Salvador con agujeros en Sus manos y costado que ha tomado la ira que tus pecados merecen, te ha perdonado, y te ha cubierto en Su gracia.
«La paz sea con vosotros».
Desde nuestros propios miedos de «habitación cerrada», fijemos nuestros ojos en Jesús, Aquel que trae la paz que sobrepasa todo entendimiento. Él ha vencido a la muerte, y en Él encontramos la fuente última de esperanza y seguridad.
No temáis, porque nuestro Salvador está con nosotros, y su amor perfecto echa fuera todo temor.