«Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» – Lucas 22:42
¿Qué quieres? ¿Qué quieres? ¿Qué quieres?
Si tu te encuentras en la zona de Atlanta, tu sabes que estas palabras son sinónimo de un restaurante de comida rápida de gran popularidad en la ciudad. Muchas personas piensan que la oración es como eso. Sólo podemos realizar un pedido por lo que queremos. Pero no, oramos para conocer a Dios y así ver su bondad en nuestras vidas. Una de las maneras en que Dios nos enseña su bondad no siempre es darnos lo que queremos. Tu puedes decir: «Bien, ¿qué hay de malo en tener lo que yo quiera?» Nada, si eso es lo mejor que viene de Dios. Pero si no, siempre hay consecuencias negativas, así que ten cuidado con lo que deseas.
La oración es poderosa y nos permite comunicarnos con Dios y estar en comunión expectante a que Él traiga la solución. Cuando estamos en comunión con Dios no sólo le preguntamos lo que queremos nosotros sino lo que Él quiere hacer en y a través de nosotros. ¿Esto es lo que yo quiero? No se trata de preguntar esto sino de estar en comunión para que Él haga evidente lo que quiere que hagamos para el beneficio de nuestras propias vidas y de las personas que están a nuestro alrededor.
Quizás la pregunta apropiada sería: Señor, ¿qué quieres de mí?