«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.» – 1 Juan 1:9
Esta es la lección que debemos aprender de los escándalos de Richard Nixon y Bill Clinton. No es el acto inicial lo que te destruye, es el encubrimiento. Esta es también una de las grandes lecciones que podemos aprender de David y Betsabé. En primer lugar, el pecado cometido – el adulterio con una mujer casada. Entonces Betsabé quedó embarazada, lo que hace imposible ocultar el pecado. Así que David preparó un encubrimiento brillante. Envió por Urías, marido de Betsabé, y lo trajo a casa a pasar unos días con su esposa. David pensó que todo el mundo asumiría que el niño era de Urías. ¡Un plan brillante! Pero Urías no cooperó. Dado que sus compañeros estaban en el campo de batalla, sentía que sería malo de que él disfrutara de los placeres del matrimonio. Así que dormía al aire libre, en lugar de con su esposa.
El enfoque de David para el encubrimiento, no funcionó, por lo que se desesperó más. Finalmente ordenó que a Urías fuese colocado en la primera línea del campo de batalla para que lo asesinaran. Para ese entonces, David era culpable de quebrantar una gran cantidad de mandamientos: codiciar a la mujer de otro hombre, robar, dar falso testimonio, adulterar y matar. Quizás se sintió como que su encubrimiento había dado resultado. El único problema es que siempre está el que lo sabe todo. Su nombre es Dios. Ningún pecado puede ser encubierto de Él.
Cuando se comete un pecado, tenemos que reconocer que Él nos ve desde arriba. Dios sabe lo que ocurrió; no puede haber ningún encubrimiento. En lugar de agravar el caos, confiesa tu pecado, pide perdón y está dispuesto a vivir con las consecuencias de tu pecado. Dios perdonará – pero no quitará las consecuencias, con la esperanza de que no se repita nuestra torpeza nuevamente.