“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: “El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda entrelos siete candelabros de oro, dice esto: ‘Yo conozco tus obras, tu fatiga y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, y has sometido a prueba a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. Tienes perseverancia, y has sufrido por mi nombre y no has desmayado. Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor.” – Apocalipsis 2:1-7 (LBLA)
Las personas que trabajamos en el ministerio a tiempo completo recibimos personas que vienen a nosotros a buscar consejo cuando sus matrimonios están en el borde. Oímos comentarios como: «yo no lo amo» o «La chispa se ha ido» o «Mis sentimientos están muertos» Y en casi todos los casos, esto no sucede de la noche a la mañana. Un matrimonio cae en la adversidad porque poco a poco, con el tiempo, el marido y la mujer no están priorizando su relación (entre ellos) como la relación humana principal aquí en esta tierra. Cuando eso sucede, el amor puede enfriarse, entonces la persona realmente se siente separada de aquella a quien originalmente amaba mucho. Una de las preguntas que mi esposa Anne y yo hemos aprendido a hacerles a las parejas que aconsejamos y que están luchando en sus matrimonios es la siguiente: «¿Qué fue lo que te hizo enamorarte de esa persona?» Las respuestas son siempre increíbles.
En realidad eso es muy similar a nuestra relación con Jesucristo. Es muy raro que de repente nos rebelemos contra Dios y ya no queramos tener nada que ver con Él. Lo que suele ocurrir es que a través del tiempo, a menudo sutilmente, comenzamos a alejarnos de Dios. Él comienza a dejar de ser la prioridad de nuestras vidas. Y otras prioridades comienzan a surgir. Nuestros corazones comienzan a enfriarse para con el Señor. Cuando eso ocurre, nos encontramos abandonando a quien debería ser el primer amor de nuestras vidas: a Jesucristo.
Obviamente, muchas de las razones para dejar nuestro primer amor, Jesucristo, son bien intencionadas. Pero a veces, las cosas buenas hacen que nosotros dejemos lo mejor. Las cosas buenas en este caso son como la familia, un trabajo, o incluso nuestros ministerios. Realmente creo que tal vez la mayor tentación para cualquier persona que sirve en el ministerio cristiano es empezar a confundir su ministerio con su relación con Jesucristo. Después de todo, ¿Qué podría ser más importante que hacer la obra del Señor? Esto es una tentación constante.
Nada ni nadie ha de entrar entre nuestra relación con Jesucristo. El punto de partida es de confesar que hay algo o alguien entre Jesucristo y nosotros y de amar a Jesús al máximo. Recuérdate cuando por primera vez llegaste a conocerlo, ¿en qué te enfocaste? Vuelve a hacer esas cosas.