“Por eso eres inexcusable, hombre, tú que juzgas, quienquiera que seas, porque al juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo mismo”. Romanos 2:1
Jesucristo, en Su ministerio en la tierra, era un maestro, verdaderamente un genio, pintando un cuadro utilizando palabras.
Lo hacía de maneras que hasta un niño podía entender. Y en lo que nos referimos como “el sermón del monte, él se había reunido ante miles de personas a lo largo del Mar de Galilea y pintó un cuadro de palabras acerca de juzgar a los demás.
Él dijo algo como esto: “Cuando veas a alguien con un polvo (un pequeño pedazo de polvo—tal vez un pequeño grano de algo) en su ojo y vayas hacia esa persona para tratar de sacarle esa paja de su ojo y tú tienes una viga en tus propios ojos. Bueno, te vas a ver como un idiota”. Ahora bien, él no utilizó esas palabras exactas: “te vas a ver como un idiota”, sino que lo que tenía la intención de comunicar en pintar ese cuadro de palabras era que nosotros sí nos vemos como unos idiotas cuando tratamos de juzgar a otros por algo que pudiera ser un pequeño defecto en ellos, cuando nosotros tenemos un gran defecto de pecado en nuestra vida.
Jesús nos dice, “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. En otras palabras, de la manera que juzgas a otros es la manera que Dios te va a juzgar a ti. Cuando una persona se siente genuinamente como que es básicamente buena y que es moralmente superior a las personas que están a su alrededor o a las personas que ve y lee en la noticia, ese es una señal clásica de una persona que está lejos de Dios, debido a que mientras más cerca venimos hacia Cristo, más conscientes nos hacemos de nuestra pecaminosidad. Mientras más alejadas estamos de Dios, más nos sentimos que somos básicamente buenos.
Entonces, ¿eso te describe a ti? ¿Es esa la manera que te sientes en lo más profundo? Si tu respuesta es “sí”, [entonces] es tiempo de que busques el perdón y le pida a Dios que te muestre cómo puedes abandonar esos pensamientos de superioridad y dejar que Él sea el juez. Porque, sabes, Él es el juez y jurado supremo.