«Pero el padre ordenó a sus siervos: ‘¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.’ Así que empezaron a hacer fiesta».– Lucas 15:22-24
Mi parábola favorita es la historia del hijo pródigo. Esta es la maravillosa escena cuando el hijo rebelde quien finalmente recapacita y comienza a caminar hacia su hogar. ¿Y que hace ese padre? Corre y lo abraza. Y hay gozo y celebración.
Sé que es una imagen de redención. Sé que Jesús nos está hablando acerca de cómo es para nosotros venir a nuestro hogar cuando confesamos nuestros pecados y finalmente regresamos al Señor. Sé que ese es el punto de esta parábola. Pero, también creo que es una bella imagen de cómo llegar a nuestro hogar final, al cielo, después del cansancio y de las demandas de esta vida y de un mundo tan difícil. Entonces cuando finalmente lleguemos a nuestro hogar en el cielo, nuestro Padre Celestial estará allí. ¡Y correrá a abrazarnos! ¡Y estará lleno de gozo! ¡Tendrá lágrimas de gozo en Sus ojos, como sólo un Padre las puede tener cuando Su hijo regresa al hogar! ¡La fiesta comenzará y nunca, jamás, terminará! Porque el cielo será como llegar a nuestro hogar. Es así como está supuesto a ser nuestro hogar. Así que te pregunto, mi amigo: cuando hayas terminado tus días en esta vida, ¿podrás irte a tu hogar?
«Vuelve a casa, vuelve a casa
Vosotros los que estáis trabajados, volver a casa
Con seriedad, con ternura, Jesús está llamando
Llamando, oh pecador, ven a casa.»