Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. – Salmo 139:16
Como pastor, no hay situación más difícil que la muerte de un niño. ¿Cómo puedo yo posiblemente dar una respuesta satisfactoria a los padres en su duelo cuando me preguntan, por qué?
Sé que desde una perspectiva humana es muy difícil para nosotros comprender cuando una persona muere a una tempana edad. El hecho es que ninguno de nosotros sabe el número de nuestros días. Sólo Dios lo sabe. Vivimos en un mundo caído, contaminado por el pecado, y hay todo tipo de personas inocentes que sufren de eso. No todos nosotros viviremos esa vida plena de la cual hablan las Escrituras de llegar a los 70 años. Algunos viven unas semanas, otros viven diez años, cuarenta años, cincuenta, o hasta cien años. Pero al confiar en que Dios ha ordenado el número de nuestros días, podemos reconocer que inclusive cuando un niño va al cielo—y estamos absolutamente seguros que los niños van al cielo—podemos encontrar consuelo en eso. ¿Te puedes imaginar el cielo sin niños? Hay un propósito y un plan eterno que no podemos comprender por completo en este lado del cielo, pero podemos estar seguros de que Dios tiene un plan perfecto que algún día entenderemos en la eternidad. La clave es poner la confianza en Dios, inclusive cuando no tenga sentido.