«Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” – Mateo 5: 27-28
El adulterio es considerado malo en cualquier cultura. Ya se trate de otra religión, ya sea una cultura de orientación cristiana o una cultura pagana, el adulterio es considerado algo malo. Incluso puede ser que en una cultura que permita la poligamia, en la cual un hombre puede tener más de una esposa, aun así, está muy claro que cualquier persona que se involucra en relaciones sexuales con el cónyuge de otra persona hace algo claramente incorrecto. Sin embargo, sorprendentemente, Jesús nos dice que no es sólo el acto físico de adulterio, sino también codiciar en su corazón a una persona fuera del matrimonio, también está mal. Él lo llama adulterio, ya que Dios juzga nuestra fidelidad por nuestros pensamientos y nuestros motivos, así como también por nuestras acciones.
Entendamos lo que es y no es la codicia. La codicia no es apreciar la belleza o el atractivo de otra persona. No existe nada en toda la creación de Dios que sea más precioso que una mujer hermosa. Pero, hombres (y mujeres): sólo Dios y ustedes saben cuando han cruzado la línea de la apreciación de la belleza a darle participación a los pensamientos codiciosos. No se engañen a ustedes mismo. Las fantasías sexuales no son “simplemente apreciar la belleza”. Recuerden: no hay escondite de Dios. Él lo sabe todo.
Entonces, caballeros, nacemos con un deseo natural para los pensamientos codiciosos. Esto es una batalla diaria del hombre. Sólo entiendan que es una batalla diaria de la mente, del corazón y las hormonas. Eso nos ayuda a mantenernos alejados de lo que siempre nos derrota – de la pornografía y fotos eróticas de mujeres atractivas. La codicia siempre ganará si seguimos deleitando nuestros ojos con esas cosas.
Hombres: cuando sientan el deseo de codicia y la necesidad de satisfacerla con otra mujer, pídanle a Dios que les ayude. Enfóquense en seguir a Jesús fielmente. Rápidamente confiesen y díganle: “Oh Señor, caramba, lo estoy haciendo de nuevo. Ayúdame”. Yo he hecho esa oración miles de veces.
Mientras más practicamos el resistirnos y enfocarnos en otra cosa, mucho menos tendremos la tendencia a ceder ante la tentación de la codicia. Esto nos ayuda a sentirnos victoriosos. Nuestras vidas y nuestras esposas serán más felices, y lo más importante de todo, Dios podrá decir: “¡Tú eres una clase de hombre diferente!”