“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis”.
“¿Quién es mi prójimo?” preguntó el intérprete de la ley después del famoso mandamiento de “amaras a tu prójimo como a ti mismo”.
Así que Jesús cuenta una parábola: Un hombre había inmigrado a Israel desde Samaria. Mientras viajaba, vio a alguien quien había sido golpeado y dejado por muerto a un lado del camino. Los líderes religiosos habían pasado de largo, temerosos de parar para ayudar al hombre. Jesús pregunto al intérprete de la ley: “¿Quién fue el prójimo” (Lucas 10: 25-37)
El argumento que Jesús está dando es que nosotros deberíamos responder como el samaritanos quien ayudo sin importar la nacionalidad. De hecho, nuestro prójimo es toda la humanidad: personas de todas las etnias, refugiados, inmigrantes, o alguien nacido en la puerta de al lado. Nuestro prójimo son todos, especialmente aquellos que sufren.
Jesús continua y dice: “Cuando alimentaste al hambriento, diste de beber al sediento, y ofreciste hospitalidad al extranjero o refugiado, así es como me trataste a mi” (Mi paráfrasis). En otras palabras, como respondemos a los refugiados e inmigrantes es como respondemos a Jesús. De la misma manera que tratamos a aquellos que sufren y están en necesidad es como estamos tratando a Jesús. Y para los seguidores de Jesús, es una oportunidad increíble de demostrar el amor de Dios a través de nuestro trato con los extranjeros, refugiados, e inmigrantes que viven en nuestras comunidades.
Así que, ¿Como estas tu actuando? El papel del gobierno es decidir que inmigrantes y refugiados pueden entrar al país. Es su papel proteger a los ciudadanos, pero nuestro papel es diferente. ¿Pueden las personas reconocer a Jesús en la manera en que tú te preocupas por los refugiados, inmigrantes y los que sufren en tu comunidad? ¿O tal vez necesitas un cambio en tu corazón? Pídele a Dios que te ayude a amar a otros como el samaritano (el inmigrante) amó al hombre herido.