«Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo»? Lucas 10: 26-29
Amar a Dios significa amar a los demás.
Las dos ideas son inseparables.
En Lucas capítulo 10, un abogado le preguntó a Jesús el camino para ganar la vida eterna. A la manera típica de Jesús, Él respondió con una pregunta: «¿Qué está escrito en la Ley (el Antiguo Testamento)?» Refiriéndose a Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, el hombre respondió: «Ama a Dios y ama a los demás» (Mi paráfrasis).
Jesús sabía que este hombre no tenía esperanza de ganar la vida eterna obedeciendo la ley porque la norma de Dios es la perfección. Sólo una persona ha vivido una vida perfecta: Jesús. El abogado continuó: «Vale, pero ¿quién es exactamente mi prójimo?» Esta era una pregunta importante porque durante el primer siglo judío, su «prójimo» se refería a otros judíos. Todos los demás: romanos, samaritanos y árabes, podrían ser tratados de manera diferente.
Fue entonces cuando Jesús fue un paso más allá al aplicar este versículo a todos. No se trataba de identificar a las personas que DEBERÍAMOS amar frente a aquellas a las que podemos ignorar. Se trataba de amar a toda la gente. Punto. Él nos enseña a COMENZAR amando a nuestros compañeros creyentes dentro de la iglesia, mientras que siempre amamos a los que están fuera de la iglesia también.
Ahora, afrontémoslo. Hay algunas personas ,incluso en la Iglesia, que son difíciles de amar. Pero el tipo de amor del que Jesús está hablando aquí no es una emoción; es una decisión de la voluntad de amar, te guste o no esa persona. Pídele a Dios que te ayude a amar a los que te rodean, especialmente a los que son difíciles de amar. Pídele que te ayude a amarlos de la misma manera que Dios ama a los difíciles como tú y yo.