“Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” – Romanos 5:7-8 (NVI)
El acto supremo de heroísmo es cuando una persona da su vida por la de otra persona, especialmente por los amigos, compañeros o familiares. Michael Monsoor fue un soldado de las Fuerzas de Operaciones Especiales del Ejercito de los Estados Unidos (Marine Seal) que luchó en la guerra de Irak. Un día estando él en batalla, una granada, literalmente, le golpeó en el pecho, cayó a sus pies, y se arrojó sobre la granada, salvando las vidas de sus compañeros de la Marine Seal. Su teniente, quien era uno de los hombres que se salvaron, refiriéndose a Michael dijo lo siguiente: «Él nunca quitó su vista de la granada. Su único movimiento que hizo fue de arrojarse hacia ella. Él, sin duda, salvó mi vida y la de otros compañeros y estamos en deuda con él por habernos salvado”. La nación le otorgó nuestro más alto honor, la Medalla de Honor. Fue galardonado un título póstumo por dar su vida para salvar a sus compañeros soldados en la batalla. ¡Qué valentía, coraje y amor debió haber tenido este soldado para dar su propia vida por sus amigos!
Sin embargo, una cosa es morir por tus amigos, tus compañeros y familiares. Pero Cristo murió por aquellos que lo estaban matando, por quienes lo asesinaron. Cristo murió por los que no estaban con Él. ¡Él murió por todos nosotros! Fue nuestro pecado que lo mató.
Aún así, tristemente, la mayoría de personas en la cultura estadounidense piensan, «si yo puedo vivir mi vida siendo lo suficientemente bueno, entonces eso me convertirá en cristiano.» Romanos 5:8 simplemente va en contra de eso. Nunca seremos lo suficientemente bueno para considerarnos cristianos. El hecho es que mientras nosotros seamos pecadores, mientras seamos impíos, mientras estemos indefensos tratando de vencer nuestra condición de pecadores, Cristo murió por nuestros pecados. Así que no es una cuestión de tener una vida lo suficientemente buena y luego “bam” eres un cristiano. El asunto es, ¿estás dispuesto a aceptar lo que Cristo ha hecho por ti? ¿Aceptarás este regalo de amor de que Cristo murió y pagó el castigo por tus pecados, sin importar lo pecaminoso que eres, lo lejos que estás de la voluntad de Dios, ni lo impío que vives tu vida? Él hizo eso, ¿sabes? Él murió en tu lugar y el mío.
Él dio Su vida, no sólo por Sus amigos, sino por todos los que lo clavaron en la cruz. Y eso, mis amigos, es el más grande amor de todo.