“¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; ¡como vuestros padres, así también vosotros!»
Hechos 7: 51
Me encanta la historia. De hecho, una de las razones por las que me encanta la Biblia es porque es el GRAN libro de historia.
Nos lleva de nuevo al principio, a la creación de Dios. En ella aprendemos acerca de la caída del hombre y cómo el pecado entró al mundo. Ella nos ayuda a entender la raíz de todo el mal que experimentamos en nuestro mundo hoy en día. Pero Dios no termina con una simple lección teórica. Dios usa todas las historias que siguen, como las vidas de Abraham, José, Moisés, David, Salomón y muchas otras para comunicar una historia de amor por la humanidad llena de amor, sacrificio, perdón y redención. ¡Esta historia es el deseo de Dios de rescatar a la humanidad de este mundo roto!
Sin embargo, con demasiada frecuencia olvidamos la historia por completo. Persiguiendo ciegamente nuestra propia felicidad y placer, fácilmente quedamos atrapados en el momento presente. Sin memoria del pasado, corremos ciegamente hacia el futuro. Al igual que el antiguo Israel en el Antiguo Testamento, somos rebeldes, temperamentales y tan fácilmente enredados en el ahora que nos negamos a escuchar la verdad de Dios y de Su Palabra. Así era el antiguo Israel, y todavía lo somos muchos de nosotros hoy.
Dios nos está llamando a través de Su Palabra: «¡No se hagan esto a ustedes mismos! No sean tan tercos y duro de corazón» (Mi paráfrasis). No dejes que tu orgullo te haga perderte la mayor historia de amor que el mundo haya conocido: El amor de Dios por nosotros a través de Jesús. Está disponible para todos, sin importar nuestro pecado pasado, vergüenza y culpa. ¡Deja de huir del pasado y permite que Dios lo redima! Pídele a Dios que convenza a tu corazón de tu pecado y abraza la libertad del mayor perdón, amor y gracia que jamás conocerás.