“Y levantándose, fue a su padre. Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó”. – Lucas 15:20
Robert Frost escribió, “El hogar es el lugar que cuando uno tiene que ir allá, las personas [de allá] tienen que recibirte”. No hay ningún lugar como nuestro hogar. No importa cuantas cosas malas hayamos cometido o de lo decepcionante que haya sido la vida, el hogar es el único lugar donde las personas tienen que recibirnos.
Jesús contó el relato de un hijo desobediente quien metió las patas grandemente, gastando todas las posesiones con las que su padre le había bendecido. Vivió sin hogar y tuvo tanta hambre que deseaba comer la sobra de la comida que daban a los animales. Pero cuando recapacitó, comenzó a pensar acerca de su hogar. Él sabía que no merecía regresar a allá, pero de todos modos se fue. Su papá se regocijó tanto que fue a darle la bienvenida al hogar.
El padre representa a Dios y el hijo desobediente te representa a ti y a mí. Este relato es la forma que Jesús utiliza para decirnos que todos metemos las patas—pero nadie las mete tan profundas que cuando esa persona decide regresar a casa (al Señor), él Señor no le dará la bienvenida para tener una relación correcta con Él. ¿No es hora de que regreses a casa […] al Señor?