«¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.” – Habacuc 1:2-4
¿Cómo podría un Dios amoroso permitir tanto mal y sufrimiento en el mundo? ¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena? Hay muchas preguntas que tienen el potencial de sacudir nuestra fe. Y para mucha gente, estas preguntas son la única razón por la que se alejan de Dios por completo. Entonces, ¿qué hacemos con estas viejas preguntas?
En primer lugar, podría sorprenderte saber que el profeta del Antiguo Testamento, Habacuc, pasó por una temporada de lucha con preguntas similares a las de arriba. Habacuc estaba harto de toda la maldad y la corrupción que había en el propio pueblo de Dios.
Si alguien debería haberlo sabido, debería haber sido el pueblo elegido de Dios. Esta era la misma nación que había sido testigo de primera mano, milagro tras milagro como Dios los sacó del cautiverio egipcio y finalmente les llevo a la tierra prometida. Y sin embargo, aquí estaba Habacuc, gritando en frustración por el hecho de que las cosas se habían desviado muchísimo de su curso. ¿Por qué Dios permitiría toda esta inmoralidad y pecado? ¿No estaba Dios prestando atención a su pueblo? ¿Por qué no hacía nada? ¿Por qué no le respondía? ¿Puedes entenderlo?
En Habacuc 1:5, Dios responde. Verás Habacuc, Dios había estado prestando atención. De hecho, Dios estaba a punto de poner en marcha eventos que pasarían a la historia, ya que la nación más poderosa de la época acabaría conquistando la nación de Judá. Esa no era exactamente la respuesta que Habacuc tenía en mente y continúa derramando su corazón a Dios en oración en Habacuc capítulo 2.
Ahora, lo que espero que vean sobre Habacuc es lo siguiente:
- Era un hombre de ORACIÓN. Esto significaba que oraba regularmente y con honestidad ante el trono de Dios.
- Traía sus dudas a Dios. Nada estaba fuera de los límites cuando se trataba de hablar con Dios, incluyendo sus grandes preguntas sobre la bondad de Dios y la maldad de la humanidad.
Nosotros también podemos aprender del ejemplo de Habacuc sobre cómo lidiar con estas grandes cuestiones de la vida con las que todos luchamos a veces. ¿Cómo? Llevándolas a Dios: preguntas, miedos, dudas, frustraciones… todo. Sé honesto. Porque cuando le planteamos estas dudas y preguntas a Dios, le damos a Dios la oportunidad de ayudarnos a resolverlas, en lugar de permitir que nuestras dudas nos alejen de Dios. Después de todo, la fe se trata de una relación con Dios. ¿Cómo podemos obtener respuestas si no vamos primero a Dios?
¿Qué preguntas necesitas llevar a Dios hoy? ¿Qué eventos y situaciones de tu vida te están alejando de Él?