«Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra vosotros de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia» – Deuteronomio 30:19
Aficionados a la historia disfrutan jugar un pequeño juego llamado «Historia Alternativa». Se han escrito libros enteros explorando cuestiones tales como, «¿Qué si los británicos hubiesen ganado la guerra de independencia?» «¿Qué si los japoneses hubieran sido alejados de Pearl Harbor?» Uno de mis acontecimientos favoritos: «¿Qué si el guardia de seguridad no había notado la cinta que dejaron en la puerta los ladrones de Watergate?» Cuando se juega este juego, pronto se nota de como un aparentemente pequeño acontecimiento puede tener un efecto domino en cientos de acontecimientos subsiguientes, y al final cambiando considerablemente el curso de la historia de la humanidad.
Pensemos de las consecuencias de algunos de los acontecimientos bíblicos. ¿Cuáles hubiesen sido las consecuencias si Abraham hubiera confiado en Dios, y no hubiese engendrado a Ismael a través de su esclava, e Isaac hubiese sido su verdadero primogénito? ¿Hubiese alguna vez llegado a existir la fe islámica? ¿Cuál sería la situación política actual en el Medio Oriente? ¿Hubiese ocurrido el ataque del 11 de septiembre?
Quizás podemos preguntarle a Harry Truman la respuesta a alguna de estas preguntas. Cuando se le preguntó, «¿Qué si el sur hubiera ganado la Guerra Civil de los Estados Unidos?” ¡Él respondió de una forma brusca, “¡Ellos no ganaron!” Aún así, es interesante reflexionar sobre las consecuencias a largo plazo del mal uso que el hombre le da a su libre albedrio. Eso como que te hace tomar una pausa y reflexionar sobre los efectos a largo plazo de tus propias decisiones diarias.