Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos, nos maldicen y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. – 1 Corintios 4:12
En marzo de 1999, un hombre de 23 años llamado Steve Sawyer, murió de SIDA. Para la mayoría de nosotros no conocemos el nombre, pero su historia se ha compartido con más de 100,000 estudiantes universitarios.
El padecía de hemofilia y el 1980 el contrajo el virus del SIDA por una transfusión de sangre. Por muchos años el se amargo, ¿que podía ser más injusto? En la universidad el acepto a Cristo como Señor y Salvador y cuando se infecto de SIDA él se dio cuenta que tenía poco tiempo de vivir y decidió hablar de Cristo porque El le había traído paz y la victoria suprema. El decía: “Si esto es lo que Dios me ha dado; mi llamado es tener SIDA y compartir el evangelio por medio del SIDA”.
No es maravilloso, si tú sufrieras como él, ¿qué dirías entonces? Es el poder del evangelio que te hace sacar lo bueno de lo malo. Después de todo el SIDA venció a Steve, pero Cristo venció a la muerte, y así también Steve ha vencido.