Al Señor le agradó que Salomón hubiera hecho esa petición, de modo que le dijo: Como has pedido esto, y no larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido la muerte de tus enemigos sino discernimiento para administrar justicia, voy a concederte lo que has pedido. Te daré un corazón sabio y prudente, como nadie antes de ti lo ha tenido ni lo tendrá después.– 1 Reyes 3:10-12
Recuerdo como de niño jugaba el juego de los “Tres Deseos”. Todos contábamos nuestras historias de qué pediríamos si un genio mágico se nos apareciera y nos concediera todo lo que deseáramos. Por supuesto que todos pediríamos tener mucho y mucho dinero – y ser un jugador de beisbol del Salón de la Fama, tener súper poderes y otras fantasías de ricos. Siempre pensé que era inteligente porque pedía estos deseos ilimitados.
Hace muchos años, un joven rey de Israel le pidió a Dios y le fue concebido el deseo más grande. Él pudo haber pedido la destrucción de sus enemigos, o una larga vida u obtener más poder o incluso una gran riqueza. En lugar de ello, pidió sabiduría. Salomón pidió el entendimiento en su corazón para poder saber o conocer las decisiones correctas para los mejores intereses del pueblo. Quería la sabiduría para saber cómo reinar. Y mis amigos, pocas cosas son más importantes en el liderazgo que la sabiduría.
Debemos saber esto: la sabiduría no es un conocimiento. Muchas personas brillantes no tienen ninguna sabiduría. La sabiduría es la capacidad de asimilar ese conocimiento para tomar decisiones correctas, sabias y la mejor para todos los interesados. Dios nos da la clave para la sabiduría, la cual es estar dispuesto a escuchar la palabra de Dios y obedecerla. Salomón «deseó» lo correcto. Debemos seguir su ejemplo cada vez que nos encontremos colocados en una posición de confianza, responsabilidad y autoridad