«Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos», – Mateo 5:10-12
Les voy a contar el día que me enfrenté al miedo. Me llamaron diciéndome que uno de los misioneros de nuestra iglesia que se encontraba en un campo misionero había sido arrestado, secuestrado o incluso asesinado.
Ya se trate de un compañero Ministro, un médico que estaba en un viaje de misión especial, o incluso uno de nuestros adolescentes construyendo casas para los pobres durante sus vacaciones de primavera, ruego que si se produce tal evento, nos apoyaremos agarrados de las manos, diciendo: «¡ustedes saben, esto se está poniendo demasiado peligroso!” ¡Nos tendremos que echar para atrás en esto!» ¡No! ¡No podemos hacer esto! Cristo no dijo que cuando nos enfrentemos a persecución, deberíamos retroceder como un montón de cobardes. Dijo que ¡debemos continuar a la misión de la iglesia, para aquellos que son perseguidos, llevando bendiciones extraordinarias!
Jesús Cristo nos da una misión clara, para llevar el Evangelio a todos los rincones del mundo. Nos dice habrá persecución y sufrimiento. Sin embargo, la misión de la iglesia es a lo que él nos ha llamado a cumplir, ¡no importa cuál sea el costo! Dios nos pide que nos cubramos con el Espíritu Santo, por lo que seremos fieles testigos de Cristo hasta el final, no importa cuál sea el precio que tenemos que pagar.