“Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. Santiago 3:2
Santiago está diciendo: «Mira, la única persona que nunca mete la pata en lo que trata con decir algo malo es una persona que sea perfecta”. Bueno, sólo ha existido una persona perfecta: Jesús. Eso significa que todos nosotros vamos a meter la pata en lo que se refiere a decir cosas que lamentaremos profundamente.
Probablemente no haya animal más impresionante, más majestuoso que un caballo pura sangre. No es casualidad que las personas en el negocio de automóviles hayan optado por presumir el poder de sus motores por la cantidad de caballos de fuerza que tienen. Incluso un niño pequeño que sepa cómo usar un freno para controlar la brida en la boca del caballo, al ejercer presión sobre la lengua, ese pequeño niño puede controlar ese poderoso animal. Lo puede girar hacia la izquierda o la derecha, y hacer que se detenga. ¡Qué maravillosa descripción de cuan poderosa es la lengua que influye en cada cosa que hacemos con nuestros cuerpos!
La lengua es como el timón en un barco de vapor grande y poderoso, un barco de crucero o un transatlántico. El capitán sabe que cualquier dirección en que gire el timón, a esa dirección irá el barco. Ese pequeño timón en ese enorme barco controla la dirección en la que va. ¡Eso es mucho poder!
¿Recordemos a Hitler y de cómo el poder de sus palabras llevó al pueblo alemán a realizar increíbles actos de maldad? Después, pensemos de un hombre en Gran Bretaña. Fue el poder de la lengua de Winston Churchill que le dio coraje al pueblo británico para nunca darse por vencido en la derrota de la Alemania nazi, a pesar de que las probabilidades estaban en su contra.
Así [también] se nos recuerda de lo poderoso que es ese pequeño órgano en nuestro cuerpo. Se puede utilizar tanto para hacer el bien como para hacer el mal. Vamos a tratar de usarla (la lengua) siempre para hacer el bien, con la ayuda de Dios.