3 PREGUNTAS QUE DIOS SIGUE HACIENDO

29 de febrero de 2024

«Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?»

Génesis 3:8-9

¿Por qué nos hacemos preguntas?

Pues porque nos falta algo.

A veces nos falta información, así que preguntamos a alguien más informado. O nos falta intimidad, así que preguntamos a una persona para conocerla mejor. O nos falta comprensión, así que pedimos aclaraciones y explicaciones. En los tres casos, preguntamos porque estamos necesitados.

Pero ¿y Dios? Él también hace preguntas. De hecho, vemos a Dios haciendo preguntas una y otra vez en las Escrituras, pero no por las mismas razones que nosotros. Dios no necesita nada. Él ya conoce todas las respuestas. Él ya entiende perfectamente. Ya tiene todas las perspectivas.

Entonces, ¿por qué sigue preguntando?

Dios utiliza las preguntas para obligarnos a confrontar nuestros propios corazones. Nos interroga no porque necesite saber y entender lo que está pasando, sino porque quiere que sepamos y entendamos la verdad de lo que está pasando.

En vista de ello, he aquí tres preguntas que Dios sigue planteando:

  1. «¿Dónde estás?» (Génesis 3:9)

Dios hizo esta pregunta por primera vez a Adán y Eva después de que pecaran en el jardín. En realidad, no estaba preguntando por una ubicación, como si no supiera dónde estaban los primeros seres humanos. Estas personas fueron creadas para vivir en comunión con su Creador, y ahora se estaban escondiendo de Él. Dios quería que estas personas reconocieran lo que había sucedido; que confesaran; que regresaran a Él con fe.

Del mismo modo, Dios podría preguntarnos: «¿Dónde estás?», no porque no lo sepa, sino porque quiere que saquemos a la luz el miedo y la vergüenza que nos mantienen escondidos.

  1. «¿Quieres ser sano?» (Juan 5:6)

Jesús hizo esta pregunta a un hombre que llevaba 38 años enfermo. Durante casi 4 décadas, había estado acostado junto a este estanque, poniendo su esperanza en alguna vieja superstición sobre sus cualidades mágicas cuando comenzaba a burbujear. Uno pensaría que la respuesta habría sido un inequívoco «¡Sí, claro que sí!».

Pero quizás no, porque uno puede acostumbrarse a muchas cosas en 38 años. Quizás tan acostumbrado a tus circunstancias que desarrollas un apego a ellas. Tal vez la curación también está disponible para nosotros, pero la curación significa dejar ir lo que es familiar y cómodo. Significa abandonarnos totalmente a Su cuidado. Significa confiar en que Él es mejor que aquello a lo que nos aferramos.

  1. «¿Por qué dudaste?» (Mateo 14:31)

Pedro salió de la barca. A pesar del viento y las olas, caminó sobre el agua. Pero cuando apartó los ojos de Jesús, empezó a fijarse en lo que le rodeaba, y cuando lo hizo, empezó a hundirse. Pero Jesús estaba allí; tomó a Pedro de la mano, lo levantó y luego le hizo esta pregunta.

Supongo que se podría leer la pregunta «¿Por qué dudas?» como un castigo, como si Jesús estuviera sacudiendo la cabeza en señal de decepción, pero yo no lo creo así. Creo que lo preguntó más bien con una sonrisa en la cara, el mismo tipo de mirada que tiene un padre cuando un niño salta nervioso de un árbol a sus brazos. El padre agarra con seguridad a su hijo, lo sujeta con fuerza y le dice: «¿De verdad creías que te iba a dejar caer?».

Sí, Jesús sigue haciendo esta pregunta. Nos lo pregunta a nosotros cada vez que nos atascamos en la ansiedad. Cada vez que nos preocupamos por el mañana. Cada vez que nos preocupamos por el futuro. Él sonríe y nos recuerda que nuestro Padre sabe dar buenos regalos y cuidar de nosotros. Y ese mismo Padre dio la vida de su Hijo por nosotros, ¿cómo no va a darnos también todas las cosas buenas? ¿Por qué, a la luz de la cruz y la resurrección, habríamos de dudar?

Dios siempre nos hará preguntas que nos pongan en línea con Su voluntad. Preguntas que nos llevan a una mayor intimidad con Él.

Aceptémoslas.

Respondámoslas.

Y sepamos que el Padre sólo espera que reconozcamos lo que Él ya sabe.

Escrito por Michael Kelley, Colaborador Invitado