Has estado en esa situación. Tienes un problema o incluso una crisis. Hay personas que podrían ayudarte. Estás seguro que quisieras hablar con ellos. Tratas de llamarles por teléfono y luego tu mano se detiene en medio aire. No, te dices a ti mismo, realmente no les puedo molestar. Así que en lugar de obtener el asesoramiento y el consuelo de un amigo, continúas tratando con tu problema, tú solo.

Tenemos muchas razones para ignorar el potencial consuelo de los amigos. Tal vez tienes miedo de que ellos piensen que tus problemas son tontos. Quizás no le has hablado a ese viejo amigo desde el tiempo cuando iban juntos a la Universidad—hace diez años. Tal vez tuvieron un pleito, o tal vez temes a que ellos estarían molestos de que hayas hasta pensado de molestarlos.

Bueno, permíteme hacerte una pregunta. Si esa persona fuese a llamarte y a pedirte un consejo, ¿le ayudarías? Por supuesto que lo harías. De hecho, probablemente irías a medidas extremas para ayudarlo. A casi todo el mundo le gusta que le pidan asesoramiento o ayuda. Eso les hace sentir importantes y valorados. Así que, ¿Por qué no mostrarles el mismo respeto y darles la oportunidad de servir?

Si tienes un amigo al cual llamar o no, siempre hay alguien que puede contactar para que te ayude. No tienes ni siquiera que levantar el teléfono. Su nombre es Jesús y puedes conectarte a su línea en cualquier momento por medio de la oración. Él está esperando: ¿por qué no le das una llamada?