¡No te lo creo—muéstramelo!

16 de abril de 2019

Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Entonces los otros discípulos le decían: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré. Juan 20:24-25

 

Vivimos en un mundo que se rige por: “muéstramelo”. Tenemos acceso a tanta tecnología donde podemos encontrar respuestas a nuestras preguntas en el internet en tan sólo unos segundos. Tristemente, muchas de las veces, esas respuestas son falsas, o parcialmente verdaderas. Sin embargo, debido a que la idea de “fe” se ha convertido en algo tan fuera de moda, nos hemos convertido en una sociedad que realmente prefiere “ver” una mentira que tomarse el riesgo de tener fe en la verdad.

Pues, talvez te estás preguntando si dudar es un fenómeno nuevo, pero como leíste en el texto bíblico de hoy, dudar se remonta hasta los tiempos de Jesús y hasta mucho más antes de ahí. Tomás era un discípulo devoto de Jesús. Los demás discípulos ya habían visto a Jesús en su cuerpo de resurrección, pero Tomás no estuvo presente en esa ocasión. Así que cuando los otros discípulos le contaron sobre las apariciones de Jesús, él estuvo escéptico y quería ver por sí mismo. ¿Eso te suena familiar? De hecho, por haber dudado, le dieron el nombre de “Tomás el dudoso”, por cuyo nombre se le ha conocido a través de los años.

Verdaderamente pienso que a Tomás se le da una mala reputación. Sí, él tuvo sus dudas, pero Tomás en realidad estaba siendo inteligente. Él no había dejado de ser un buen pensador. Estaba pensado de una forma lógica y quería ver la evidencia. De muchas maneras, Tomás es el discípulo que más se identifica con nosotros. Él necesitaba ver la evidencia. No quería seguir a ciegas, sino que quería saber que cuando diría que creía, lo hacía de una manera verdadera. Después de todo eso, se apareció Jesús. ¿Alguna vez te ha sucedido eso? ¿Tú sabes en tu mente que Él siempre ha estado presente, pero tus circunstancias y falta de fe te impiden aceptar y confiar en Él? Y luego, ¡pam! Dios se hace [sentir] presente. ¿Te puedes imaginar cómo se debió haber sentido Tomás cuando vio a Jesús, específicamente después de todas las cosas que había dicho?:

  • ¿Tuvo temor porque había dudado?
  • ¿Se sentía culpable por no haber creído?
  • ¿Estaba en un estado de shock debido a que Jesús estaba verdaderamente parado en frente de él?

Realmente no sabemos lo que Tomás estaba pensando, pero sí sabemos la manera que respondió: “Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!” Hay muchos significados en esas palabras que él habló: pidió perdón, reconoció que Jesús es el Señor y agradeció que Jesús había llevado a cabo exactamente lo que había predicho que iba a hacer. ¡Y aún más, Tomás sabía que si la resurrección era verdad, eso cambiaría todo!

Jesús le respondió a Tomás diciendo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron”. ¿Se enojó Jesús con Tomás? No, Jesús comprendía sus dudas, pero Él usó esa interacción para revelar que es solo por fe que cualquier persona llega a tener una relación correcta con Dios y a experimentar Su regalo de perdón y gracia. Eso nos permite vivir con confianza de que no hay nada que pueda separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, pero sin fe, eso no significa nada.

Es posible que tú seas una persona que está un poco escéptica e insegura de tu fe. Es posible que tengas muchas preguntas. En lo más profundo de tu corazón, tú quieres conocer a Dios. Quieres conocerle por ti mismo. El Señor resucitado tiene algo para ti. Él puede convertir tu escepticismo en creencia. Sólo ven a Él con todas tus preguntas. Ven a Él con todas tus dudas. ¡Tú también podrás decir: “¡Señor mío y Dios mío!”