CREYENDO EN LA GRACIA – ACTUANDO CON GRACIA

28 de marzo de 2024

 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).” 
Efesios 2:4-5

No quería admitirlo, pero mi esposa decía la verdad. No había sido el esposo o padre más cortés últimamente. Ella no trataba de herirme, pero lo que dijo fue como un corte preciso del bisturí de un cirujano. Y aunque era doloroso escucharla, sabía que sus palabras podrían curarme.

Es decir… si yo se lo permitía.

EN QUÉ CREO – – – CÓMO ME COMPORTO

Para que se produjera la curación, tendría que afrontar el hecho de que a menudo hay una desconexión entre lo que creo y cómo me comporto.

Creo profundamente en la gracia de Dios. La gracia, el favor inmerecido de Dios a través de Jesucristo, me ha «dado vida» y ha cambiado fundamentalmente lo que soy (Efesios 2:4-5).

Efesios 2:1-8, a menudo llamado «el corazón del Evangelio», describe maravillosamente la gracia que es el fundamento de mi vida. Atesoro este pasaje, y otros similares, como preciosos recordatorios del aire lleno de gracia que respiro como hijo de Dios nacido de nuevo.

Entonces, como alguien que cree en la gracia con cada fibra de mi ser, ¿por qué a menudo lucho por comportarme con gracia?

Dicho de otro modo: como beneficiario de una gracia que cambia la vida, ¿no debería dar gracia a los demás cada vez que pueda?

Esta es la verdad: lo que creo debería influir directamente en cómo me comporto. En otras palabras, los «puntos» deberían conectarse. Pero en mis interacciones diarias con los demás, los «puntos» a menudo están muy separados.

Piense en esto.

La doctrina de la gracia salvadora no sólo debe ser creída, sino vivida en cada momento del día. La gracia debe influir en cada una de mis acciones y actitudes, impregnando toda mi vida con un «aroma de gracia» (2 Corintios 2:15-17).

Estoy llamado a encarnar la gracia, no en un mundo teórico, sino en el mundo real, lleno de situaciones y relaciones de la vida real.

Y sí, esto incluye a mi familia… especialmente.

Un día, mi mujer y mis hijos reflexionarán sobre mi legado como marido y padre. ¿Realmente quiero que piensen en mí como alguien que leía sobre la gracia, escribía sobre la gracia y cantaba sobre la gracia, pero que no tenía mucha gracia en la vida cotidiana?

Señor Jesús, ¡que nunca sea así!

No estoy seguro de que este mensaje resuene contigo, pero apuesto a que de alguna manera compartes mi lucha diaria por demostrar gracia.

Además, el Día de Acción de Gracias está a la vuelta de la esquina. Esta reunión anual congrega a familiares y amigos de distintas personalidades en torno a una mesa común. Mezcla las opiniones morales, políticas y religiosas de cada uno y tendrás la receta para una tarde potencialmente emocionante.

(¡Atención! Puede que tengas la oportunidad de mostrar tu gracia a alguien este Día de Acción de Gracias).

Si se presenta la oportunidad… respira hondo, recuerda la gracia que te ha salvado y deja que tu fe en la gracia influya en tu comportamiento en ese momento. Pídele al Señor que te dé fuerzas para tratar a esa persona con amabilidad, aunque no se lo merezca.

Te alegrarás de haberlo hecho… y tu familia también.