ESPERANZA VIVA

11 de abril de 2020

«Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.» – 1 Pedro 2: 24

Imagina que de un momento para otro pasas de la cima de la popularidad a la marginación social más absoluta. El ego de la mayoría de nosotros querría retroceder ante tal inconsistencia pública e intentar defendernos a nosotros mismos, usando las plataformas que están a nuestro alcance para combatir cualquier mentira o medias verdades que se diga en contra de nuestro nombre. ¿Puedes imaginar a algún personaje público hoy en día eligiendo permanecer en silencio frente a una reacción injusta? Bueno, Jesús lo hizo.

Antes de la Pascua, al llegar a Jerusalén, Jesús y sus discípulos fueron recibidos por una gran multitud que alababa su nombre y gritaba: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (Marcos 11: 9). Sin embargo, sólo unos días después de este recibimiento, toda esta multitud se puso en contra de él. Ya no cantaban y gritaban sus alabanzas, sino que esas mismas voces pedían su muerte. «¡Crucifíquenlo!» gritaban (Marcos 15: 13).

Esta siguiente escena de Jesús es increíble de imaginar, estando arrestado, se encontraba frente a Pilato. «Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: ¿Nada respondes? Mira de cuántas cosas te acusan. Más Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba.» (Marcos 15: 4-5).

Jesús sabía que su vida estaba en peligro, ¿por qué se comportaría Jesús de esta manera? Cualquier persona normal no lo hubiera hecho así. Ahora bien, Jesús no era como cualquier persona normal. Jesús es Dios en forma humana, enviado a la tierra con el único propósito de redimir a la humanidad de su pecado. Jesús sabía que el bien eterno que traía superaba con creces el sufrimiento temporal que tenía que soportar; y su amor por la humanidad era tan grande que ninguna persuasión por muy grande o pequeña que fuera o las presiones desde la multitud iba a hacerle cambiar de opinión. Esta era la voluntad de Dios para su misión. Esta era la grandeza del amor de Dios.

Estamos a punto de celebrar la Pascua, tómate un tiempo para reflexionar y meditar realmente sobre el camino de Jesús a la cruz. Relee las veces que Jesús predijo su propia muerte y resurrección en – Mateo 16:21, Mateo 17:22, Marcos 8:31. Reflexiona sobre las multitudes que un día cantaron sus alabanzas y al día siguiente exigieron su muerte. Imagina el sentimiento y las expectativas perdidas, la desesperanza que los discípulos debían haber sentido al ver estos eventos desarrollarse mientras su miedo y temor finalmente superaban su fe. Recuerden como Jesús permaneció en silencio mientras era acusado, golpeado y clavado en la cruz por cada uno de nosotros.  Y finalmente, recuerden cómo todo lo que Jesús predijo se hizo realidad: murió en la cruz, y luego resucito al tercer día – tal como lo predijo.

¡Qué hombre! ¡Qué Dios! Pongan su confianza en Él hoy.