«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna.» Juan 3:16
¿Qué siente Dios por ti? Esta fue la sencilla pregunta que le hice hace poco a mi hija mientras terminaba de cepillarle el pelo antes del colegio. Sentí que estaba nerviosa por el día que le esperaba. Me dijo que estaba preocupada por la reacción de sus compañeros de clase ante su proyecto escolar. El temor a que la llamaran «rara» se cernía sobre ella. El tercer grado es difícil en muchos niveles.
En lugar de convencerla de lo contrario, empecé a recordarle la verdad sobre lo que sienten por ella las personas que más la quieren. Coincidió conmigo en que su familia y sus amigos la quieren y creen que es increíble. Incluso admitió que ella también piensa que es increíble. Pero luego hubo una larga pausa cuando le hice la pregunta sobre lo que Dios siente por ella. Siendo una niña de nueve años, no es de extrañar que no haya pensado mucho en esa pregunta antes. Pero, ¿y si a ti te hicieran esa misma pregunta? ¿También dudarías?
¿Qué siente Dios por nosotros, realmente?
Hubo un período de mi vida en el que respondí con dudas, pues la pregunta parecía perseguirme e interfería con mi capacidad de hablar abierta y honestamente con mi Padre Celestial.
Así que, empecé a buscar en las Escrituras del Nuevo Testamento la palabra “amor.” Me hizo contemplar cómo Dios demostró Su amor por Su pueblo a través de los muchos encuentros que Jesús tuvo con la gente en el primer siglo.
El pasaje de las Escrituras de Juan 3:16 fue el que más me llamó la atención. Es un versículo conocido que describe de forma muy sucinta cómo llegamos a la fe en Jesús. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue su frase inicial. «De tal manera amó Dios al mundo…» Dios nos amó tanto. Nos amó tanto a ti y a mí. Antes de que naciéramos, antes de que respiráramos por primera vez, sus pensamientos sobre nosotros eran de amor. Tanto. Mucho. Amor.
Lo que pasa con el amor es que no siempre lo sentimos. Pero el amor no es sólo un sentimiento. Es una elección, una elección intencional que hacemos para otorgar a los demás. Dios eligió amarnos desde su primera creación del hombre.
Hoy sigue amándonos.
Entonces, ¿Cuál es tu respuesta a la pregunta de qué siente Dios por ti? ¿Crees que el sacrificio de su Hijo estaba destinado a ti también?
Tal vez sea el momento de reexaminar cómo se manifiesta esa verdad en nuestra vida cotidiana. Si elegimos creer día a día que somos tan amados por Dios, ¿Qué diferencia haría eso en tu vida? ¿Qué diferencia supondría en tu intento de amar a los demás?
Escrito por Melissa Henderson, Colaboradora Invitada